the sea's only gifts are harsh blows—




En Into the Wild, Chris, justo después de graduarse de la universidad, se va a viajar por Estados Unidos con el único deseo de llegar a Alaska. Deja su casa, su dinero, sus amigos, su familia, y se va a viajar sin darle razón de nada a nadie. Es una típica road movie, cuya estructura narrativa es fragmentaria y fascinante. Habla, como la mayoría de su tipo, de la libertad y del autodescubrimiento que se consigue mediante el viaje exterior como metáfora del viaje interior. Chris se enfrenta a un profundo desasosiego frente a su mundo inmediato, pero también frente a otro mundo más amplio y violentamente adverso. Descubre la desavenencia frente a sí mismo, como sujeto en relación con su universo exterior. La película, como muchos libros y canciones y muchas otras películas, sugiere la huella de inconformidad que queda del enfrentamiento con la soledad (la soledad en un mundo impersonal y masificado, si se quiere) cuando no se está preparado para ella. Esa es la motivación de la fuga: encontrarse de frente con una naturaleza abiertamente desfavorable para la supervivencia, mediante la cual se logre medir la capacidad humana de revivir desde las cenizas. Los únicos regalos del mar son los golpes ásperos y, ocasionalmente, la posibilidad de sentirse fuerte, dice Chris en algún momento. No es el hecho de ser fuerte, como el animal cuya supervivencia sí depende casi que exclusivamente de su fortaleza real, sino el hecho de sentirse fuerte. De razonar las posibilidades y escoger sobrevivir.
Aprender a lidiar con la soledad, con el abandono y con la sensación de rechazo de las personas. Hay un sentimiento que subyace toda acción, y es justamente el de una plena conciencia de debilidad, tanto mental como emocional y física. La conciencia de la propia fatalidad humana posibilita la conciencia del resto de las acciones, del resto de eventos y situaciones que ocurren en el planeta. Esto, sin embargo, no implica una infelicidad anunciada, una impotencia absoluta frente a las relaciones, o incluso frente a la existencia del amor mutuo, de la compañía, del cariño; porque se aprende, tarde o temprano, a lidiar con el fracaso humano. Se aprende a resistir de frente a la incompetencia emocional y a la íntima debilidad propia.
Como una de esas metáforas usadas por profesores en el colegio, el hombre aprende a saberse una micropartícula insignificante en un mundo tan inmenso como hostil. El microcosmos, sin embargo, encuentra su correspondencia con el macrocosmos; entonces hay una cercanía entre el individuo y el círculo que lo contiene, se acorta el espacio entre el yo y el otro. Sólo así el humano aprende a restituirse como humano. Sólo mediante el reconocimiento honesto de esa esencia débil y amorfa del hombre en relación con un universo que en últimas funciona igual que sus partículas, se puede seguir adelante luego de la caída.
La fuga entonces, tanto en el caso de Chris (cuya supervivencia no parece ser sólo física, sino que hace parte de un ritual interior mucho más amplio) como en el caso de cualquier otro, se establece como una posibilidad de resistencia frente al fracaso. La tensión entre asumir el error y el desasogiego y curarlos se da de muchas formas; algunas veces la manera es encararlos y limpiar heridas en el momento, otras veces es trazar un mapa, un laberinto interior que debe ser descifrado en el camino. No hay fórmulas absolutas para acercarse al sentir humano, quese mueve de un polo a otro. Durante el viaje (que puede ser interior o exterior, humano o animal, racional o intuitivo) nos hacemos testigos únicos del carácter variable y fragmentario del ser humano, que sólo es expresable mediante una conciencia que ubique los límites de la autoimpuesta racionalidad.
El abandono suele asumirse como una forma de escape, desde el que lo ejecuta, y como una forma de cobardía, desde el que es objeto del abandono. La huída nunca es plenamente correcta o incorrecta; el camino se establece sólo a medida que se construye, no antes ni después. Trazar un mapa significa evaluarlo todo desde una conciencia racional; vivir el mapa, destruirlo y reconstruirlo a medida que la fuga se da, es una manera de reivindicarse desde la más pura individualidad. La soledad golpea como el mar, con violentas arremetidas que deshabilitan y habilitan a la persona una y otra vez para superar las cosas que le sobrevendrán. En la perspectiva, como siempre, se ubica la respuesta a cada uno de los golpes.

2 comentarios:

Pablo (POL) dijo...

El problema con el viaje moderno (o posmoderno, que, en últimas, es lo mismo), es que al trazar el mapa, bien sea el exterior o el interior, de la travesía, nos damos cuenta que todas las calles se cruzan y todas las vías tienen puntos en común, al punto de encrucijarse y no diferenciarse unos caminos de otros. Es decir, mientras el viajero va haciendo su camino, se da cuenta que no va a llegar hacia ninguna parte, porque en el mundo de la mentalidad conexa y dispersa, estar en una parte es estar en todas.

Anónimo dijo...

Mona que lío me armaste. Quiero hacer esas dos cosas: ver Into the wild, y pegarme una buen escapada, de pronto hasta la Patagonia. Necesito mi viaje interior y exterior.
Un abrazo.

 
 
Copyright © swimming in a sea of stones
Blogger Theme by BloggerThemes Design by Diovo.com