Intersticio.

i.
Mi conversación con S. anoche giraba entorno a la letra Z como herramienta para simbolizar el sueño en las historietas, en los libros, en las películas. La Z, decía él, simbolizaba el final del idioma -cualquier idioma occidental-, del lenguaje, del pensamiento o la razón para entrar en la lógica subyacente del sueño.

ii.
Yo tengo la responsabilidad de renombrar el mundo incluso a costa de mí misma. Soy un móvil que transporta otras vidas (otras muertes). Las vidas pasadas, las vidas vencidas. Suena en mi cabeza tan arrogante como profético.

iii.
Leer elpájaroquedacuerda en el colectivo de vuelta a mi casa. Ver la ciudad amaneciendo. Ver el sol rozar con sus tenues rayos la piel de la gente que termina un día o apenas lo inicia. ¿Cuántas descripciones del amanecer habrá en el mundo? Y dentro de todas ellas, ¿qué lugar tendrá la que acabo, torpemente, de intentar?
Estar sola.
¿Quiénes de los que observo en el colectivo vuelven a su casa? ¿Quiénes acaban de partir de ella para volver por la tarde o por la noche, o tal vez para nunca más volver?

iv.
Escogemos estar solos. Optamos por fabricar el sputnik que seremos y nos lanzamos así, incomunicados y desprotegidos, a girar eternamente en el espacio.

v.
Me duele la música que se me mete por debajo de la piel y nunca se va. A veces me imagino que es lo que me ata a mi propio cuerpo.

vi.
Coixet y el frío.

vii.
No se debe oponer resistencia a la corriente: hay que ir hacia arriba cuando hay que ir hacia arriba, y hacia abajo cuando hay que ir hacia abajo. Cuando debas ir hacia arriba, busca la torre más alta y sube hasta la cúspide. Cuando debas ir hacia abajo, busca el pozo más profundo y desciende hasta el fondo. Busca la torre más alta y sube hasta la cúspide. Busca el pozo más profundo y desciende hasta el fondo.
Murakami y mis días de perpetua errancia.
 
 
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